viernes, 23 de abril de 2010

Historia de un escritor




¡Sal  del cuaderno!, así nunca podre empezar ésta maldita historia.  Incómodo, cambió de lugar y pasó a sentarse frente  a ella. La figura de papel que surgió desde uno los textos escritos la noche anterior lo perturbaba. Tengo que dejar esta costumbre de imaginarme continuamente a la misma mujer, cada día, siempre desde el mismo lugar- los apuntes sobre un relato que aún estaba en boceto y que no tenía claro como continuar- Las ideas siguieron sin venir. Su mente continuó vacía por unos minutos que le parecieron horas.
Se lamentó por hacer una comparación mental tan común y pensó sucesivamente en la mujer que a veces veía en la plaza, en cómo podría escribir sobre ella, e inventarle un pasado, un presente y quizás un futuro.
Lamentablemente la mujer no existía ni en su mente ni en la realidad, aunque le hubiese encantado que así fuera. Ni siquiera ficción podría haber sido, ya que para eso primero debía imaginarla solo una figura de papel, una silueta de palabras emergían de las blancas hojas.
Delicadamente, pero no sin decepción, se levanto de su dura silla y abandonó sus cálidos sueños de escritor, por lo menos momentáneamente. No conocía el mundo lo suficiente como para poder escribir sobre él, pensaba. Era arrogante creer que uno podía copiar y menos aún imaginar algo digno de lectura. Aquellos escritores a los que admiraba no eran entonces más que unos idiotas arrogantes. El odio y la frustración lo carcomían por dentro; la impotencia y el temor también hacían lo suyo. Al fin y al cabo siempre había sido el miedo, ese terror paralizante el responsable de que él no pudiese cumplir sus sueños. Sólo los valientes y los locos consiguen la adoración, y con más frecuencia los segundos. Salió a la calle, buscó entre la gente alguna mujer sobre la que poder inventar una historia, una cualquiera, de no encontrarla, abandonaría la estúpida idea y dejaría el tema de la escritura. Definitivamente hoy era el día más frío de su vida.
Se ajustó la bufanda, metió las manos en el bolsillo y comenzó a caminar a paso ligero. Recorrió cuadras y cuadras y pasó por dos plazoletas antes de encontrar a la mujer adecuada. Estaba sentada en un banco de madera, sola, rodeada inútilmente por centenares de personas que caminaban de un lado a otro como si no tuviesen rumbo. No era lo que había imaginado, esa mujer carecía de sentido para él. Se paró en seco en medio de la marabunta agitada que lo zarandeó de lado a lado. Se fijó en la mujer, la observó detenidamente, pensó que  tampoco ella era como su figura de papel, se giró dándole la espalda y regresó a su casa . Durante el camino de regreso pensó que no valía la pena escribir algo tan absurdo, de todas formas quizás su mujer de papel era lo mejor que tenía para escribir.
Una vez en el interior se acomodó en la mesa donde solía escribir y esperó a que la mujer volviera a emerger de entre las palabras emborronadas. Esperó y esperó hora tras hora hasta que se quedó dormido.
A la mañana siguiente mientras se preparaba café oyó sisear desde el cuarto de al lado. Otra vez estoy delirando- pensó-, aun así se acerco a la puerta y giró el pomo, abrió despacio, y allí estaba en blanco y negro erecta sobre la páginas de un libro que el no recordaba, lo curioso era que el libro tenía escritura en l página derecha y la izquierda estaba en blanco. La mujer volvió a sisear para  su estupefacción, no podía articular palabra, entonces le dijo la mujer
Ven conmigo, tengo algo para ti
No podía creerlo, necesitaba un psiquiatra por lo menos, cómo podía estar escuchando a una mujer de papel que sale de entre las palabras de un libro.
Ven, volvió a decirle, éste es el lugar que he elegido para ti- le repitió la mujer señalando la página en blanco-, dame la mano y camina conmigo, aquí encontrarás lo que buscas.
No se lo pensó agarró fuerte la diminuta mano de papel y cruzó al otro lado.
Cuando los inquilinos del inmueble recogían los enseres del antiguo propietario encontraron un libro sobre la mesa, su asombro fue enorme cuando vieron emerger dos figuras de papel de entre sus páginas abiertas, las dos páginas relataban la historia de un escritor y una musa, el niño pequeño de la familia se acercó para verlo, pero el padre en ese momento cerró el libro y lo guardo en el estante.


Éste relato lo he escrito para celebrar el día del libro que es hoy ,por si alguien no lo sabe- y lo he escrito inspirda por ésta imágen.

1 comentario:

  1. Bonita fábula surrealista y romántica... No sabes cuántas noches he echado de menos la visita de esa mujer de papel.

    Gracias, es un bonito regalo.

    Un Beso de Papel, Isabel.

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