domingo, 30 de mayo de 2010

Donde las palabras se enredan




Me gusta el chicle desde que tengo dientes, forma parte de mis hábitos comunes , a veces me sirve para refrenar las palabras en momentos de crisis en los que soltarias por esa boquita cualquier cosa de la que probablemente después te arrepentirias, así que cada vez que lo presiono contra mis dientes realizo un acto de contencion que me beneficia a largo plazo, por lo que el chicle y las palabras guardan, en mi caso,una estrecha relación



El chicle Bazoka
se estira y se explota,
el chicle Bazoka
se estiró y se explotó...cantabamos jugando a la goma

No sé qué me pasa últimamente, que vuelve -de repente- a mi memoria  algo tan curioso, su sabor, su olor, su textrura.
 Recuerdo como si fuera ahora mísmo, intentar dominar - porque era una autética batalla- una pasta dulce, aromática ...y muy difícil: el chicle Bazoca, golosina imprescindible de mi niñez que se degustaba durante varios días, es más,a veces era un reto entre las compañeras del colegio intentar que su existencia se prolongara lo máximo posible, por lo que los métodos para conservarlo eran únicos, desde ponerlo en un vaso de agua, hasta pegarlo en la mesita de noche y recuperarlo al día siguiente, etc...Y es que su sabor era único !!!!!!qué buenos estaban!!!!!!!!!y que complicado adquirirlos en una época en la que las golosinas escaseaban, pero que estaban a la vuelta de un buen comportamiento, o una visita familiar o una buena nota.
  Era imposible pronunciar palabra alguna , entre sus aros se perdían con un sonido hueco y un dolor de mandíbulas que desaparecía con empeño y entusiasmo.



Posterior al Bazoka entro en escena el chicle Dunkin, y éste además de deleitar el paladar traía en su interior una serie de cromos que reproducian las viñetas de Mortadelo y Filemón
o los preciados tatuajes con los que nos afanabamos en imprimir
con abumbante saliba, o agua en casos extremos, sobre los brazos a modo de legionarios precoces.

Nada tenían que ver con los de ahora que son pura sofisticación del sabor, pero nada divertidos, solo entretenidos - a medias- .
Y esos chicles cosmos con sabor a regaliz y de color negro- me encantaban- , desde su negro estirar mientras teníamos el universo a nuestros labios y sus naves para llegar a lo más alto, a ese lugar en el que la infancia permanece detenida y que nos acecha detrás de un recuerdo inesperado, un sabor, un aroma






No sé que me pasa últimamente que todo lo que me asalta es un puro recordar, qué será, será.


1 comentario:

  1. Tanto recordar la infancia es un querer por volver atrás, yo que aún no he pasado por muchas etapas pienso que en muchos aspectos es la mejor época.
    Nunca olvidaré los estrenos de pelis en el eroski de cordoba, las incomodas butacas que se hacían querer y las palomitas y los paquetes de todo tipo.. y los regalí que siempre comprabas para tí porque a nadie le gustaba, pero que al final acababas por repartir XD
    Eso de conservar el chicle durante días es una guarrada, espero notener que recurrir a eso nunca XDD pero quien sabe con la crisis de 5cent puede pasar a precios poco permisibles XDD

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