viernes, 24 de febrero de 2012

Defensa propia






Antes no me pegaba. Me gritaba, me insultaba y rompía cuanto estuviese cerca. Como esa puerta. ¿La ve? Era un infierno, pero no me pegaba.
Hasta hace tres años, que me dio el primer puñetazo y me rompió la quijada. Justo aquí. ¿Lo nota? Sí, me pidió perdón en el hospital, pero desde entonces cada vez fue peor. Se enfadaba antes y los golpes eran más duros.
No, nunca me defendí y nunca lo denuncié; a pesar de lo que me aconsejaban las tres amigas que tengo. Una sabe que las vergüenzas no hay que airearlas.
Por eso hoy puso una cara de incredulidad como nunca le había visto, cuando lo encañoné con la escopeta de mi difunto.
¿Lo último que me dijo? «Te faltan huevos para disparar, mamá».

Pedro Sánchez Negreira


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